martes, 30 de enero de 2018

EL HOLOCAUSTO

Hace unos días se celebraba lo que se ha dado en llamar "Día Internacional del Holocausto". Este día muchos países recuerdan a las víctimas del genocidio llevado a cabo por Alemania contra los judíos de distintas naciones de Europa.
Afortunadamente España no sufrió los efectos de tan tremendo exterminio masivo, aunque algunos políticos parece que desearían que así hubiese sido para sentirnos más europeos. Afortunadamente España no sufrió la ocupación nazi ni la liberación aliada, que no llegó precisamente con fusiles cargados de claveles. Bastante habíamos tenido con los cientos de miles de muertos que costó nuestra guerra, como para después haber sufrido una hecatombe  de tal magnitud. Bastante teníamos con nuestro intento de reconstrucción en un mundo hostil o con nuestro hambre y nuestras cartillas de racionamiento.
Pese a todo esto parece ser que hay muchos que ante la imposibilidad de encontrar a un judío que asegure haber sido asesinado en un campo de concentración español, buscando y rebuscando han tratado de construir su historia paralela. España no podía ser menos. España tuvo su Hitler particular, y su nazismo patrio: Franco y el franquismo. Ahora teníamos que ser capaces de encontrar a nuestros judíos hispanos, a las víctimas de nuestro Hitler patrio y de su nazismo, y buscando y rebuscando aparecieron las víctimas del franquismo. Ya teníamos pues montado un sistema que nos acercaba más a Polonia, a Francia, a Italia o a Rumanía. Nosotros también habíamos sufrido a un Hitler, habíamos tenido un nazismo y contábamos con nuestro propio exterminio u holocausto particular. Quedaba solo una pieza fundamental, tal vez la más fácil, y esta era la de crear un marco legal parecido al establecido en algunos países europeos para penalizar a aquellos que negasen el holocausto o que exhibiesen símbolos nazis. Para ello contábamos con el presidente ideal, el hombre capaz de abrir heridas y de inventar la Historia (empezando por la de su propio abuelo) y con una oposición blandita, acomplejada y sin escrúpulos dispuesta a vender a su propia madre si esto les deparaba algún voto, les quitaba alguna etiqueta o les servía para ocultar algún sobre de euros extraviado. Se aprobó la famosa Ley de la Memoria Histórica, partiendo de la base de un maravilloso reino de hadas y de fantasía contra el que una malvada bruja con fajín de general y a lomos de un caballo negro y alado desplegaba una cortina de humo tóxico. Evidentemente y por ley, nadie debería de discutir la bondad del reino de las hadas ni la maldad de la bruja, contra la que todos los habitantes del reino habían luchado sin parar.
Ahora se trata de dar una vuelta de tuerca al asunto. No era suficiente enfrentar de nuevo a unos con otros, alterar la Historia para no reconocer que Franco falleció en la cama de un hospital público y que cientos de miles de personas hicieron cola durante dos días para despedirse. No era suficiente con que se supiese que el descontrol de una república en la que los votos de los ciudadanos no servían si estos conducían a gobernar a quién no gustaba, en la que el histórico y honrado PSOE organizaba revoluciones cruentas en las que se dinamitaban catedrales y se asesinaba por doquier a todos aquellos que oliesen a incienso, o se conspiraba para que imbéciles separatistas (igual de estúpidos que los de hoy) proclamasen efímeras repúblicas regionales. Era necesario negar esto y sancionar a aquellos que se atreviesen a recordarlo porque fomentan el odio, ese odio que condujo a miles de afiliados al PSOE, al PCE, a la CNT o a la UGT a organizar centros de tortura sistemática en los que se cortaban orejas, se sacaban ojos, se castraba a sacerdotes o se violaba a religiosas sin que el democrático gobierno de la República hiciese nada, más que atizar más el fuego. Esa legítima República democrática cuya superioridad moral parece que hoy está de moda reivindicar fue peor, mucho peor que los enemigos que se alzaron contra ella. Y fue peor porque careció de la fuerza moral suficiente como para detener a los que denominaban exaltados, les premió, les promocionó y les sentó en el gobierno.
No se qué pretenderán ahora con la vuelta de tuerca, ¿encarcelarnos a los que discrepamos y no renegamos de nuestros abuelos del bando nacional?. Preparen cárceles que van a necesitar cientos.

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