miércoles, 27 de enero de 2010

Palabra de genocida


Dar un micrófono a Santiago Carrillo es como dárselo a Adolf Eichmann, con la diferencia de que este último fue juzgado y ejecutado por crímenes contra la humanidad por la justicia israelí.
Es vergonzoso que este indivíduo que parece haber nacido ya viejo en 1977 no recuerde lo que ocurrió en 1936, cuando ya vivía y ostentaba cargos de responsabilidad. No parecen recordar ni él ni los que le dan voz, que en 1936 se puso al servicio de Moscú y bajo las órdenes del Kremlin mandó asesinar a miles de personas en Paracuellos del Jarama. No lo digo yo, lo dicen los documentos desclasificados de la URSS.
Tampoco nadie parece recordar que este personaje era íntimo amigo de Ceaucescu, el cruel dictador rumano que fue ejecutado junto a su mujer en 1989 tras la caída del muro de Berlín. Tampoco lo digo yo, lo dicen los portavoces oficiosos de la Casa Real, que utilizaron la vía Ceaucescu para poder establecer contactos con Carrillo cuando se planificaba la transición.
Ahora resulta que dice que la actual Derecha es muy parecida a la de 1936. ¡Asombroso!. Sin duda alguna, si la derecha existiese y si en sus manos estuviese, mandaría fusilar a todos.
Gracias a Dios, la izquierda de ahora sigue siendo tan ignorante y burda como la de entónces, pero las pistolas y las checas quedan para el recuerdo de aquella a la que él representó.
Si la grandiosidad de la democracia consiste en dar un micrófono al asesino de Sandra Palo, a la novia del agresor del Doctor Neira o a Santiago Carrillo, asesino de Paracuellos, algo grave está sucediendo.

La memoria histórica no debe de ser tan selectiva como pretende el gobierno. Puestos a remover con un palito las heces de nuestra guerra, removamos todas o no lo hagamos con ninguna. La guerra, sus precedentes y causas o sus consecuencias deben de ser analizados por historiadores y no por políticos. Resulta asombroso que un Juez, aunque este lo sea de causas selectivas, pida la partida de defunción de Franco, Mola o Fidel Dávila, mientras Santiago Carrillo pasea su totalitaria senectud día a día cruzándose por las calles con los hijos, nietos y biznietos de todos aquellos asesinados por sus sicarios.

lunes, 4 de enero de 2010

Gorrino Teólogo


La miseria no es sólo un término aplicado a coyunturas económicas y sociales sino también morales. La miseria moral es la peor de las miserias porque afecta al alma, a la conciencia y al espíritu.
La corrupción, al igual que la miseria puede ser aplicada a la conciencia. Una conciencia corrupta es una conciencia descompuesta, podrida, degenerada.
José Bono es un miserable y un corrupto. Lo es de conciencia, de alma y de espíritu.
Presumir de ser cristiano (que no católico) y de, al mismo tiempo, votar y justificar una Ley del Aborto es a todas luces hipócrita y asqueroso. Criticar a la jerarquía eclesiástica para justificar su desvergüenza, además es cobarde.
No creo que exista un conflicto moral entre su militancia socialista y sus creencias, al carecer de principios éticos. Puede existir en todo caso cierta rencilla entre su cuenta corriente y sus escrúpulos morales, sabiendo que la primera siempre saldrá triunfante al ser mucho más importante.
Todos estos hijos del franquismo, renegados del falangismo paterno, o bien salen "cristianos" de cotillón y farándula, o bien salen tan laicos que rozan el ateismo si no llegan al antiteismo.
Presumir de haber comulgado ya de por sí es indigno de cualquier católico ("¡que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda!"), pero encima hacerlo añadiendo con orgullo que lo hizo tras votar una Ley que condena a muerte a miles de niños no nacidos, es repugnante. Este Goebbels desertorcillo del arado es el hermano tonto de Sancho Panza, el rídiculo émulo de un Berlusconi con transplante de flequillo, un payaso que juega a caciquillo de minifundio y comisión.